
Es posible oponer miedo a seguridad, aunque sus connotaciones son diferentes. El miedo también va un paso más allá de la incertidumbre, aunque se nutre de ella. Se basa en la ignorancia sobre los riesgos y amenazas, pero también en la ignorancia sobre cómo enfrentarnos a los mismos. Es fundamental conocer el miedo para poder entender la seguridad. Y todas las implicaciones que esa relación supone. En las sociedades tradicionales había grandes miedos, pero obedecían a causas y fuentes previsibles
Actualmente las fuentes de riesgo tienen tal diversidad, sufren tales mutaciones, y sus componentes dependen de tantas variables, que son difíciles de detectar y posteriormente de gestionar.
El miedo es el gran enemigo del ser humano, hasta el punto de poder explicar cualquier situación desde ese punto de vista: miedo a la muerte, miedo al fracaso, miedo a fallar a los seres queridos, miedo a la soledad, miedo al conflicto, miedo a no ser aceptado, miedo al cambio y a nuevos retos. Se pueden radiografiar todas nuestras patologías psicológicas desde este punto de vista.
El miedo produce un efecto demoledor en las sociedades: las transforma en manipulables. Pero genera un problema adicional, el miedo educa. Y el miedo se transmite de padres a hijos, de gobernantes a ciudadanos, de profesores a alumnos.
El miedo es natural y consustancial al ser humano. Incluso es necesario, como desencadenante de reacciones humanas para enfrentarse a la causa del terror o emprender mecanismos de huida.
El miedo es consustancial al ser humano. Incluso puede ser necesario como desencadenante de reacciones para enfrentar el terror
Son los procesos de generación de miedo los que no son tan naturales en ocasiones. Miedos que son inducidos, y en ocasiones no de forma involuntaria, por poderes de distinto signo, buscando otro tipo de réditos. Lagrange (1996) señala la existencia de “miedos derivativos”, miedos que orientan nuestras conductas tanto si existe la amenaza como si no, y que se basa en experiencias pasadas o en informaciones, produciendo continua sensación de inseguridad y vulnerabilidad. Por tanto, en esta situación, el miedo, positivo y necesario, se convierte en crónico y dañino. Miedos que es preciso poder identificar, puesto que conociendo su origen se pueden gestionar en la medida adecuada.
Se pregunta Innerarity (2012) cómo una sociedad con los mayores niveles de seguridad de toda la historia tiene tanto miedo. Cuestión que ya abordó Robert Castel (2004) destacando que es una sensación existente, pero en muchas ocasiones contraria a toda evidencia objetiva. Llamativo cuando expertos como Steven Pinker (2012) demuestran cómo en la actualidad vivimos los menores niveles de violencia de toda la historia.
Son múltiples las teorías existentes para explicar el miedo. Bennet (2005) destaca la función de la economía de consumo, que debe crear un mercado de productos contra el miedo, para lo cual se precisa esa dosis de inoculación de miedo social (algunos ejemplos podrían ser las alarmas, las vacunas, o las armas en sociedades como la norteamericana). Jean-Pierre Dupuy (2002) encuentra una explicación en “la irrupción de lo posible en los imposible” que se ha manifestado en hechos como los atentados del 11-S o el terremoto de Fukushima. Danner (2005), en la misma línea lo expresa señalando que “lo inconcebible, lo inimaginable, se ha vuelto brutalmente posible”.
El papel de los medios
Otra explicación radica en el papel de los medios informativos, basados además en la difusión continua de imágenes y videos. Una sobreexposición informativa de los ciudadanos que es exigida por los mismos, en una demanda informativa extrema para conocer todo de manera inmediata. Innerarity (2012) señala que tras el miedo está “la pérdida”, es la propia seguridad y su hábito quien agudiza la percepción de la pérdida. El miedo a la pérdida explica temores sociales, un ejemplo evidente sería el miedo a la pérdida del estado del bienestar ocasionado y materializado con la crisis económica. Y finalmente el miedo transmitido por los poderes públicos con objeto de cubrirse ante la materialización de los mismos, con objeto de evitar posteriores ataques por no haberlo previsto, como un intento preventivo de limitar responsabilidades.
Las medidas para garantizar la seguridad actúan como nuevos factores de temor social
También es obligado citar cómo las medidas para garantizar seguridad actúan como nuevos factores de temor social. Por ejemplo, el despliegue del Ejército para prevenir un ataque terrorista incrementa el miedo de los ciudadanos que perciben una mayor probabilidad en la materialización del suceso. Así explica Taleb cómo el miedo no deriva tanto de los riesgos que se materializan, sino de la probabilidad de que escenarios de gran impacto puedan producirse.
Sólo de esta forma se pueden entender, o no, encuestas como la publicada por la Chapman University, donde el miedo a la corrupción o al terrorismo son incluso mayores que el miedo al propio asesinato o el miedo a un tiroteo masivo, tan habitual en Estados Unidos.
Pero el hecho es que vivimos en una sociedad del riesgo, en la que además la percepción de debilidades y amenazas es muy superior a la de fortalezas y oportunidades. Vivimos en continua “alerta global”, expresada a través de los medios de comunicación diariamente: alerta terrorista, alerta por altas temperaturas, alerta por la gripe A, alerta por el estado de los mercados financieros, alerta por la carne cancerígena, entre otros. Y en muchos de ellos queda la duda sobre posibles excesos en la alarma generada.
Reflexionemos:
El miedo es consustancial al ser humano. Incluso puede ser necesario como desencadenante de reacciones para enfrentar el terror
Son los procesos de generación de miedo los que no son tan naturales en ocasiones. Miedos que son inducidos, y en ocasiones no de forma involuntaria, por poderes de distinto signo, buscando otro tipo de réditos. Lagrange (1996) señala la existencia de “miedos derivativos”, miedos que orientan nuestras conductas tanto si existe la amenaza como si no, y que se basa en experiencias pasadas o en informaciones, produciendo continua sensación de inseguridad y vulnerabilidad. Por tanto, en esta situación, el miedo, positivo y necesario, se convierte en crónico y dañino. Miedos que es preciso poder identificar, puesto que conociendo su origen se pueden gestionar en la medida adecuada.
Se pregunta Innerarity (2012) cómo una sociedad con los mayores niveles de seguridad de toda la historia tiene tanto miedo. Cuestión que ya abordó Robert Castel (2004) destacando que es una sensación existente, pero en muchas ocasiones contraria a toda evidencia objetiva. Llamativo cuando expertos como Steven Pinker (2012) demuestran cómo en la actualidad vivimos los menores niveles de violencia de toda la historia.
Son múltiples las teorías existentes para explicar el miedo. Bennet (2005) destaca la función de la economía de consumo, que debe crear un mercado de productos contra el miedo, para lo cual se precisa esa dosis de inoculación de miedo social (algunos ejemplos podrían ser las alarmas, las vacunas, o las armas en sociedades como la norteamericana). Jean-Pierre Dupuy (2002) encuentra una explicación en “la irrupción de lo posible en los imposible” que se ha manifestado en hechos como los atentados del 11-S o el terremoto de Fukushima. Danner (2005), en la misma línea lo expresa señalando que “lo inconcebible, lo inimaginable, se ha vuelto brutalmente posible”.
El papel de los medios
Otra explicación radica en el papel de los medios informativos, basados además en la difusión continua de imágenes y videos. Una sobreexposición informativa de los ciudadanos que es exigida por los mismos, en una demanda informativa extrema para conocer todo de manera inmediata. Innerarity (2012) señala que tras el miedo está “la pérdida”, es la propia seguridad y su hábito quien agudiza la percepción de la pérdida. El miedo a la pérdida explica temores sociales, un ejemplo evidente sería el miedo a la pérdida del estado del bienestar ocasionado y materializado con la crisis económica. Y finalmente el miedo transmitido por los poderes públicos con objeto de cubrirse ante la materialización de los mismos, con objeto de evitar posteriores ataques por no haberlo previsto, como un intento preventivo de limitar responsabilidades.
Las medidas para garantizar la seguridad actúan como nuevos factores de temor social
También es obligado citar cómo las medidas para garantizar seguridad actúan como nuevos factores de temor social. Por ejemplo, el despliegue del Ejército para prevenir un ataque terrorista incrementa el miedo de los ciudadanos que perciben una mayor probabilidad en la materialización del suceso. Así explica Taleb cómo el miedo no deriva tanto de los riesgos que se materializan, sino de la probabilidad de que escenarios de gran impacto puedan producirse.
Sólo de esta forma se pueden entender, o no, encuestas como la publicada por la Chapman University, donde el miedo a la corrupción o al terrorismo son incluso mayores que el miedo al propio asesinato o el miedo a un tiroteo masivo, tan habitual en Estados Unidos.
Pero el hecho es que vivimos en una sociedad del riesgo, en la que además la percepción de debilidades y amenazas es muy superior a la de fortalezas y oportunidades. Vivimos en continua “alerta global”, expresada a través de los medios de comunicación diariamente: alerta terrorista, alerta por altas temperaturas, alerta por la gripe A, alerta por el estado de los mercados financieros, alerta por la carne cancerígena, entre otros. Y en muchos de ellos queda la duda sobre posibles excesos en la alarma generada.