El pasado viernes por la noche muchos de nosotros estábamos viendo la televisión o cenando fuera de casa cuando, a través de faldones en la parte baja del televisor o por mensajes de Whatsapp, nos enteramos de que en París se había producido un atentado. Empezaba una de las noches más trágicas de Europa de los últimos años y muchos necesitábamos una cosa: información.
Para sorpresa general, las principales cadenas de televisión generalistas no alteraron su programación en toda la noche. Solo hubo un único canal de alcance nacional que realizó cobertura sobre los atentados de París, un canal específicamente informativo, pero no supo reaccionar a tiempo y echó mano del tertulianismo en una noche donde precisamente esto era lo que menos necesitaba el espectador. No entraremos a analizar qué hizo cada canal de televisión porque no es nuestro papel, ni el motivo de este artículo, pero sí es importante señalar este ejemplo para debatir sobre el papel de los medios de comunicación en momentos de alerta de seguridad. Los atentados de París, además, se sucedieron a lo largo de casi cuatro horas, con lo que pudieron ser seguidos prácticamente en directo desde cualquier parte del mundo. Los medios de comunicación eran más necesarios que nunca.
La noche del viernes nos faltaron dos cosas: información y pedagogía
Muchos, ante el déficit informativo que nos ofrecía la televisión, recurrimos a las redes sociales para intentar saber qué estaba pasando en París. Twitter de nuevo ejerció de vaso comunicante entre París y el resto del mundo. Entre París y tú. Pero Twitter tiene un hándicap importante en estos casos, no tiene filtro. Te puede informar y desinformar en cuestión de segundos. Aquí todos ejercemos de periodistas y tenemos la responsabilidad de actuar con las mayores prevenciones. Un click puede cambiar la realidad de un hecho no contrastado. En nuestras manos está el actuar con prudencia y responsabilidad.
En momentos como los del viernes por la noche, cuando la seguridad ciudadana es puesta en entredicho, es necesario que los medios de comunicación jueguen su papel como correa de transmisión entre lo que está pasando -el hecho en sí- y quien recibe esa información, el espectador, el oyente, el lector. Deben estar en varios sitios a la vez, opinando lo mínimo posible y dándole un valor añadido a su trabajo con las aportaciones de especialistas y analistas que complementen su trabajo. Deben preguntar. Deben contrastar. Deben filtrar. Deben callar. Deben tener prudencia. Deben no cruzar la línea. Todo antes que desinformar.
Lenguaje preciso
Pero los medios también tienen deberes. ¿Uno de los principales? Utilizar con el mayor rigor posible las palabras adecuadas, utilizando el lenguaje preciso. La confianza depositada en los medios no admite el uso inadecuado del lenguaje. Si esto sucede, la inseguridad vence.
Los medios ejercen un papel pedagógico clave en momentos de gran tensión emocional. Pueden desmentir rumores e informaciones erróneas evitando males mayores. La desinformación es uno de los mayores aliados de la inseguridad. Genera miedo, inquietud, alimentando bulos y prejuicios. La responsabilidad de los medios es pues elevadísima.