"Un analfabeto será aquel que no sepa dónde ir a buscar la información que requiere en un momento dado para resolver una problemática concreta. La persona formada no lo será a base de conocimientos inamovibles que posea en su mente, sino en función de sus capacidades para conocer lo que precise en cada momento."
La tercera ola (Alvin Toffler, 1979)
El conocimiento ya no es el contenido, sino el contexto. La velocidad en que se produce el cambio llega a generar mayores implicaciones que la propia dirección en que el mismo se materializa. Los eventos se suceden con tal rapidez que hemos de ser capaces de hablar de pasado y futuro de manera simultánea. Todo cuanto conforma nuestra vida actual (voluntades, modas, cosas, valores) se define cada vez más por una característica común: la transitoriedad.
Desafíos empresariales en terceros países, crisis humanitarias, creciente complejidad de la criminalidad, múltiples son los ejemplos que se vienen dando en que la necesidad de desarrollar respuestas cada vez más flexibles y creativas se hace patente. Y, en paralelo, la forma de relacionarnos con otras personas, la forma de interactuar con las máquinas, el exponencial aumento de la información y el aumento del conocimiento disponible configuran, a velocidades crecientes, el día a día.
En el año 1970, Alvin Toffler hablaba de estas variables para describir los síntomas del shock del futuro. Un contexto que, por pura definición, se presentaba dañino para aquellas personas y organizaciones rígidas, intolerantes al cambio. Un escenario descrito en el pasado que, en la actualidad, más allá de un shock, nos mantiene en estado de noqueo.
Este contexto, ya destacado en anteriores artículos, está teniendo una gran afectación sobre un elemento esencial, aunque relegado a segundo plano: el conocimiento. La creación, transmisión y asimilación de conocimiento avanza y se modifica del mismo modo que lo hacen la sociedad, la ciencia, las tecnologías o las comunicaciones. Y si Francis Bacon tenía razón cuando afirmaba que “el conocimiento… es poder”, el futuro de la sociedad vendrá por él gobernado.
El reto
Es aún palpable la incapacidad de ser conscientes de esta situación. Basta con observar la generalidad de los modelos de aprendizaje y planes de estudio de cada país, donde fomentar la memoria y ampliar la asimilación de información son objetivos inamovibles. La creatividad se sanciona, las habilidades tendentes a desaprender y reaprender están ausentes y la rigidez es la norma. Pero las instituciones no se quedan atrás. La gestión del talento entra en colisión con las concepciones anacrónicas o con las más capitalistas, que tratan de aplicar patrones de economía de escala a toda producción. Una preocupación por el talento precisa de una cultura de identificación, valoración y retención del mismo. Un desafío que es tan individual como del conjunto de la sociedad.
Tenemos que desaprender el hábito de actuar como máquinas y volver a aprender a actuar como seres humanos.
Gerd Leonhard
El reto está en hacer extensible esta necesidad e interiorizar que el valor del capital intelectual es tanto la suma del conocimiento actual como del potencial. En esta ecuación es donde hemos de plantearnos a qué llamamos conocimiento y qué creemos que será el conocimiento en un futuro. Si está en lo cierto el informe que Oxford publicaba a finales de 2013 en el que auguraba un plazo de unos 25 años para que la mitad de los puestos de todo Estados Unidos queden automatizados, nuestro futuro quizá no es el de competir con las máquinas, el tratar de ser portadores de grandes dosis de información, memorias andantes, autómatas de tareas repetitivas o procesadores de datos. Como viene defendiendo Gerd Leonhard, quizás tenemos que desaprender el hábito de actuar como máquinas y volver a aprender a actuar como seres humanos.
Imaginar, escuchar, experimentar, cometer errores, crear y destruir de manera creativa, usar la intuición, aplicar la inteligencia emocional, cultural, social, realizar conexiones inesperadas, son habilidades clave para vivir en el futuro. El conocimiento pasará a ser un conjunto de habilidades, no de saberes inamovibles. El objetivo será crear valor diferencial mediante una habilidad concreta en un momento dado. Aportar nuevas visiones ante diversos fragmentos de información. Como ya dijera Toffler, "enseñando a los estudiantes cómo aprender, desaprender y reaprender, una nueva y poderosa dimensión podrá incorporarse a la educación."
Así, las tecnologías digitales están desafiando los modelos de aprendizaje tradicionales exigiendo un nuevo enfoque que desplaza el centro del conocimiento de las matemáticas, la ciencia o la tecnología a la imaginación, la creatividad y la innovación. Quizá, lejos del terror que a muchos pueda suponer el fulgurante desarrollo de las tecnologías, ahora sí, podamos volver a nuestros orígenes, con la valía de miles de años de experiencia evolutiva, y centrarnos en fomentar la creatividad. Conocer otras formas de conocimiento y (re) descubrir el saber.
El informe Knowledge Tools of the Future, editado ya en el año 2008, señalaba un requisito más en esta evolución, la necesidad de utilizar personas, grupos de personas de la mayor diversidad posible, redes de grupos de personas altamente creativas.
Las dificultades
La creciente distracción que genera el exceso de información ha de ser utilizada en términos de valor neto. La pluralidad de hechos, ideas u opiniones que tenemos al alcance aumenta también nuestra libertad de elección, de atención múltiple, de configurar nuestro propio programa y hacerlo único. Perder la dependencia absoluta a la memoria, combinandola con la entrada continua de nuevos estímulos y fuentes de información. Tener el conocimiento suficiente para saber qué tipo de información se precisa en un momento dado y saber dónde obtenerlo, antes que delimitarnos sólo a ostentarlo.
La desigualdad debe combatirse en todos los niveles. También en el tecnológico: permitir ruptura de barreras sociales en aras de disminuir el porcentaje de población que aún carece de acceso a nuevas tecnologías, medios de comunicación y entornos digitales.
La dificultad para adaptarnos es una debilidad, y toda debilidad tiene la potencialidad de convertirse en un riesgo. Los grandes cambios provocan grandes conmociones. Por ello, las estructuras educativas e institucionales han de iniciar el proceso de manera inmediata, continua, dirigido a una mayor flexibilidad, generando una apertura de espacios y procurando comunicaciones informales.
La oportunidad
Fomentar modelos educativos en la línea expuesta permitiría formar adultos con mayor capacidad de adaptación. Personas capaces de vivir en constante cambio, hábiles en la resolución de problemas, con la pericia de tomar decisiones en contextos de alta complejidad, no vulnerables a un futuro VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity) donde los humanos y las máquinas compartirán escenario.
Las ganancias de las organizaciones estarán determinadas por los avances que la creatividad nos brinde. La inversión en formar redes de personas altamente creativas determinará la capacidad de tomar decisiones de manera competitiva, el liderazgo.
Cumplidas estas metas, si a nivel social llegáramos a ser capaces de generalizar la inclusión digital al mayor porcentaje de población mundial posible, los réditos en términos de sabiduría colectiva se auguran intangibles. Una evolución hacia una sociedad del conocimiento, con o sin permiso de las grandes élites, lobbies o poderes.